CONQUISTA DE LA CUMBRE OCTUBRE 2007
Mirtha Muñoz
Aún con la euforia de tan grandiosa aventura, quiero compartir con ustedes, la enorme satisfacción de haber ¨Conquistado La Cumbre¨. Partimos a las 6 y 10 de la mañana desde el Hotel Senda Verde en Yolosa ubicada a 1.800 mmsn. Había llegado la fecha señalada, la ansiedad me invadía desde la víspera, fue difícil conciliar el sueño, el solo pensamiento de enfrentar tan grande desafío llevaba consigo el nerviosismo y la ansiedad de lograrlo.
Con un clima ideal, templado y nublado, comencé el ascenso tratando de guardar un ritmo moderado. El inicio fue liviano, cortas subidas, leves bajadas, hasta pasar por riachuelos, cuidando por no mojar los pies. La naturaleza con distintos tonos de verde, los árboles cobijando con su sombra como si quisieran abrazarme, junto al trineo de las aves y el exquisito olor a tierra húmeda me acompañaban, así fui ascendiendo controlando el pedaleo y la respiración en un camino cada vez más empinado y estrecho, curvas que rodeaban las montañas como venas que en su torrente, me llevaban hasta lo más insondable de sus entrañas, saliendo de una para entrar en otra.
El paisaje maravilloso marcado por profundos y misteriosos abismos silenciosos siempre presentes, se abrían a la vista mientras lentamente continuaba el ascenso y conmigo otros ciclistas vivían ensimismados su propia aventura, todos absortos en sus pensamientos y en el cadencioso pedaleo enfocado en lograr el desafío que se hacía más difícil a cada kilómetro ganado. Los turistas que bajaban en bicicleta miraban sorprendidos y admirados.
Después del kilómetro 15 la subida se hizo más tortuosa, paramos para comer, cargar agua y descansar unos minutos, el camino era empinado, piedras y tierra suelta hacían patinar las llantas y quitaban el manubrio. Había que estar atenta poniendo fuerza en las piernas, manteniendo la mente firme, controlada, los metros sumaban y a éstos el sudor por el esfuerzo, se unía a la ropa ya empapada por el agua de las cascadas del camino.
Llegar a Chuspipata se hizo eterno, la escalada exigía toda tu fuerza, voluntad y coraje, pedaleabas en silencio concentrada en el sendero , mirando huella para evitar piedras y perder el equilibrio.
Llegué a Chuspipata, sabía que era la mitad del camino, una pendiente y el asfalto, pero este último kilómetro de tierra era agotador, había que convencer a la mente que ya finalizaba la tierra y aunque la mitad del trayecto faltaba aún, ingresar al asfalto llevaba un segundo aire.
Por fin el asfalto, el ascenso siempre duro en altura, con la neblina, me recordó que nos acercábamos a las montañas místicas e imponentes, expectantes a que logre la hazaña. Como en un cuento de suspenso, saliendo del túnel de Unduavi se habría un nuevo panorama, subir la carretera que se perdía en el horizonte a miles de metros de altura, casi tocando el cielo. Impensable parecía lograrlo, la fuerza que nace del corazón que no tiene explicación, es la pasión que te empuja a continuar y vencer el desafío. Y con el asfalto tedioso, la altura empezaba a afectar, el cansancio iba ganando mi cuerpo ya fatigado en las piernas,
Vives entonces momentos de soledad y silencio, solo sientes y escuchas el aliento agotado que busca y encuentra la fuerza necesaria, junto a la voz interior que nace y te ordena resistir, resistir, repitiendote así una y mil veces, en un pedaleo continuo que debes llegar...
Empezó a llover, había neblina, bajó la temperatura y la lluvia se volvió granizo que como agujas caídas del cielo, se partían en el asfalto y mientras seguía pedaleando, llegué a la Rinconada. Estaba empapada y rompí en llanto incontrolable, me sentía agotada, el frío calaba mis huesos entonces me pregunté ….. qué hacía allí, y encontré tantas razones para abandonar pero ninguna suficiente para darme el valor de decidirlo, en mis cavilaciones y dudas, continuaba pedaleando, en el fondo no estaba dispuesta a renunciar, debía seguir.
Con el cuerpo completamente agotado y la mente jugándome por abandonar y continuar, había llegado al límite de la cordura, entre la locura y la razón seguía pedaleando, porque ahí estaba como un tambor bombeando el corazón apasionado que no claudica, ni renuncia y con él, la cabeza se recompone y construye de nuevo, como mente poderosa, te levanta y ya te ves, pedaleando superando el mismo dolor que segundos antes te fracturaba la voluntad y ahora nuevamente, te sentías empoderada, ganadora. Lo estaba logrando.